Nos referimos a los drones y a los satélites. Sistemas complementarios que aportan valor añadido para la gestión de la crisis, pudiendo participar en las diferentes fases de la gestión de la catástrofe.
Los drones podrían ser considerados (y deberían aprovecharse con mayor determinación y número) los grandes captadores de datos aéreos, pudiendo hacerlo de manera preventiva o de manera urgente tras el desenlace de las inundaciones o las riadas. En este sentido, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y los Servicios de Emergencia, así como los diferentes organismos de la administración autonómica, ya cuentan con unidades de drones especializadas, que permaneciendo alerta e inspeccionando el terreno, cauces, presas o zonas sensibles de manera preventiva, podrían haber lanzado la alerta de manera rápida y eficaz.
Una vez desatada la tragedia, estas mismas aeronaves no tripuladas pueden usarse (y se han usado) para la búsqueda de personas desaparecidas o en apuros ante las crecidas de los cauces, y que hayan quedado atrapadas o aisladas. Lo hacen con un despliegue rápido y muy eficaz, y si son usados en gran número, permiten abarcar grandes superficies. No solo permiten la búsqueda e identificación de personas en apuros durante el día, sino que también lo pueden hacer de noche dotados de cámaras termográficas, trabajos que generalmente la aviación tripulada no suele hacer por el riesgo para las tripulaciones en este tipo de vuelos.
Por el momento, los UAS o drones no permiten el rescate de las personas, por lo que deben usarse como herramienta complementaria para que los helicópteros de rescate puedan realizar su trabajo de manera eficaz. Las imágenes del rescate de personas atrapadas por las riadas mediante helicópteros no se nos van de la retina, demostrando el gran trabajo que realizan este tipo de aeronaves.
También cabe mencionar, que cada vez hay más drones en el mercado capaces de soportar inclemencias meteorológicas, contando con IP crecientes, lo que hace que las aeronaves tripuladas puedan ser usadas en régimen de todo tiempo. Cierto es que se sucedieron situaciones de turbonadas o pequeños tornados, pero la rápida recogida del equipo y posterior despegue una vez que las condiciones sean más idóneas, redundan en la eficacia y flexibilidad de uso de estos dispositivos. Además, el punto de vista desde una posición privilegiada, permite ver estos fenómenos a la distancia.
Mediante los drones se puede incluso llevar pequeñas cargas (o más grandes según sea la necesidad) a personas que hayan quedado aisladas y sin asistencia. Se podrían transportar perfectamente alguna botella de agua, analgésicos, medicamentos de urgencia, equipos de comunicaciones, baterías portátiles y una gran amalgama de posibilidades. No olvidemos también, que pueden ser usados para tirar eslingas o guías para cruzar cauces o zonas inhabilitadas para el tránsito de vehículos o personas.
Pero no debemos quedarnos ahí, porque los drones, permiten proseguir con la búsqueda de personas desaparecidas horas o días después de la catástrofe, peinando el terreno necesario realizando fotografías aéreas con muy buena resolución, que incluso podría permitir que una IA entrenada pudiera reconocer patrones y detectar indicios de personas desaparecidas o cadáveres.
Además, nos permiten digitalizar estructuras dañadas, medir y detectar problemas en las infraestructuras, o revisar aquellas que se creen que pueden estar en peligro de derrumbe, pudiendo inspeccionar zonas de difícil acceso, como pilas de puentes, torres de alta tensión, catenarias, taludes inestables y un largo etcétera. Todo ello garantizando la seguridad de los operarios especializados de las instalaciones a inspeccionar, que si no tendrían que hacerlo mediante trabajos en altura o en lugares de difícil acceso por la destrucción de la infraestructura auxiliar asociada. El uso de técnicas como la fotogrametría o el levantamiento mediante LIDAR mediante drones, son las herramientas ideales para la obtención de los gemelos digitales (modelos digitalizados) para estudio posterior.
También hemos visto como se usan drones, con ciertas limitaciones pero que francamente merecen la pena, en inspecciones en lugares confinados o difícil acceso, como garajes inundaos o pequeños túneles. En estos casos, tener una visión inicial de lo que el equipo de rescate se va a encontrar en el lugar, aporta un gran valor añadido. Incluso con la posibilidad de cargar sensores de medición de la calidad del aire, permiten la disminución del riesgo para los propios equipos de emergencias. Para este tipo de cometidos, son ideales los drones específicos carenados o los pequeño FPV, como hemos podido ver al ser usados por personal de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía.
El uso de drones para la mera captación de imágenes aéreas con fines informativos, también es un servicio de alto valor, permitiendo conocer la magnitud de la catástrofe para el público general. Cualquier medio de información que se precie, ha tenido apoyo aéreo mediante imágenes de dron.
Puede sonar que todas estar operaciones aéreas, realizadas en una zona concreta y coincidentes en el tiempo, podrían ser peligrosas por el alto tráfico aéreo con el evidente riesgo de colisión aérea, entre aeronaves tripuladas y drones, o entre drones. Para ello, y la catástrofe de Valencia no podía quedarse atrás en este sentido, se ha publicado una reserva del espacio aéreo o TRA (temporarily restricted area). Se trata de una porción de espacio aéreo que abarca toda la superficie de la catástrofe y que obliga a que todas las aeronaves, tripuladas y no tripuladas, se coordinen con el servicio 112 de la Generalitat Valenciana, para obtener su autorización de vuelo. En este caso, la porción de espacio aéreo del TRA cubre desde el suelo hasta una altura de 1.300 pies (unos 400m). EL TRA estará activado durante todo noviembre (desde el día 4/11) para permitir que los vuelos se realizan de manera segura, en lo que se refiere al riesgo en el aire.
No debemos olvidar que este tipo de operaciones, encaminadas a ayudar en la gestión de la catástrofe, se catalogan como operaciones NO EASA, debiendo cumplir las limitaciones (y facilidades) que determina el Rd 517/2024 en su capítulo III y en algunos artículos adicionales referidos a las zonas geográficas de UAS.
En este sentido, es una administración implicada en la gestión de catástrofe la que debe solicitar al operador de UAS los trabajos o vuelos necesarios. El operador de UAS, claro está, deberá cumplir lo que establece la ley para este tipo de operaciones, que desde la aprobación del RD UAS queda más claro y acorde a la normativa europea. Es por ello, que la ayuda voluntaria en materia de drones no está permitida, por el riesgo que supone para las operaciones aéreas y la posible saturación del espacio aéreo.
Respecto al uso de satélites, no hay duda de que se constituyen en una fuente de datos para analizar la catástrofe, pero a posteriori. El programa Copernicus de la Unión Europea, nos permite capturar y procesar datos mediante satélites, posibilitando mediciones para determinar la magnitud de la catástrofe. En este sentido se reportan 3906 edificaciones afectadas, 531,6 km de carreteras dañadas, 15,2 km de vías férreas afectadas o 3079ha afectadas por las riadas.
Podéis obtener más datos en el siguiente enlace:
https://rapidmapping.emergency.copernicus.eu/EMSR773/reporting
La peritación de daños, tanto de edificios o naves industriales como campos de cultivo se puede realizar mediante drones, ofreciendo una visión fidedigna a los peritos, que desde tierra resultan mucho más complejos.
Estas son parte de las reflexiones que podemos sacar los profesionales del sector, constatando que los drones deben ser usados de manera mayoritaria para todas las tareas mencionadas, tanto de prevención como de gestión posterior de la catástrofe. Asistimos con cierta impotencia a determinadas situaciones en las que consideramos que los drones habrían sido eficaces para salvar vidas o evitar daños mayores, por lo que seguiremos apoyando su uso cada vez más masivo a la par que coordinado.