Las posibilidades del uso de drones para observación se ven amplificadas, pudiendo emplearse en el ámbito técnico, en el ámbito de la seguridad o en el sector audiovisual.
Las operaciones en mar abierto tienen sus particularidades respecto a las operaciones mediante drones desde tierra. La superficie marina es prácticamente plana, salvo por las posibles olas que se formen, por lo que apenas hay obstáculos que dificulten la operativa. Habrá que volar con precaución por la posible presencia de barcos y sus mástiles o la presencia de estructuras offshore, como en el caso de los campos de aerogeneradores.
Al operar desde buques, habrá que prestar especial atención a las operaciones de despegue y aterrizaje, ya que por lo general, se dispone de reducido espacio. Lo peor que puede pasar, es que el UAS se precipite a la superficie marina, por lo que se deberán redoblar las precauciones al pilotaje. La autonomía del UAS empleado es clave, permitiendo aumentar el tiempo de inspección y el posterior regreso seguro de la aeronave al buque para el posterior aterrizaje. Si las operaciones se realizan desde buques o plataformas en movimiento, aumenta la complejidad, debiendo de hacer una gestión exquisita de las baterías de vuelo y de la autonomía remanente.
El mar es un entorno hostil para cualquier componente electrónico, por lo que habrá que realizar las revisiones y mantenimientos adecuados por la presencia de salinidad y condiciones meteorológicas extremas.